usuaria2010
Experto
A la vista de las cifras de recaudación del pasado fin de semana (por cierto, qué frías suelen ser las cifras), "Piratas del Caribe: en mareas misteriosas" ha vuelto a ser la película más taquillera en España. Pero no la más vista, honor que corresponde a "X-Men: primera generación". Este desfase entre recaudación y asistencia empieza a ser cada vez más frecuente y es producto de la exagerada diferencia de precio entre las entradas convencionales y las de 3D que incluyen las dichosas gafitas. Es sólo el primero de los muchos efectos secundarios, casi todos nocivos, del boom experimentado por el formato tridimensional en los últimos tiempos.
Para empezar, la incomodidad. Los que usamos gafas tenemos que colocarnos las gafitas de plástico encima de las nuestras lo que, en filmes de más de dos horas como el citado "Piratas del Caribe", acaba resultando una tortura para la pobre nariz, que acaba roja como un tomate y medio deformada a causa del peso soportado. Por no hablar de que, al ser las gafas de un único tamaño, si se trata de una producción destinada al público infantil, más de uno ha tenido que estar durante todo el metraje sujetando las de su hijo o sobrino porque se le caían. Y de las colisiones que se producen al intentar hacer el más mínimo arrumaco a la pareja, mejor no hablamos...
Después, y entrando ya en cuestiones cinematográficas, la tensión que genera estar todo el tiempo pendiente de cuál va a ser el siguiente objeto que será arrojado contra la platea para que la gente recuerde que está viendo una película en 3D. Estos hechos suelen producirse con una cadencia de 10-15 minutos (excepto en las películas de terror, que se suceden sin solución de continuidad) lo que, imaginamos, encorsetará mucho al director de turno, a veces más pendiente de incluir el efecto que de desarrollar la historia.
El director de fotografía es una víctima más. Dado que las gafas oscurecen la pantalla, las películas en 3D deben estar sobreiluminadas para conseguir una luz normal. El problema es que, cuando se ven en 2D, hay un exceso de iluminación. Y, viceversa, las películas rodadas al estilo tradicional que se convierten en tridimensionales en laboratorio resultan más oscuras que la poesía de Baudelaire.
Por último, la poca creatividad que quedaba en Hollywood está empezando a ser desterrada definitivamente: hasta hace poco se hacían remakes y secuelas hasta el infinito y más allá, ahora se cogen grandes éxitos de los últimos años, se adaptan al sistema 3D… y a hacer caja. Valgan como ejemplo el anuncio de Disney de que su gran apuesta para las próximas navidades será “El rey León 3D” o las amenazas de George Lucas y James Cameron de reestrenar “La guerra de las galaxias” y “Titanic”, respectivamente, con gafitas.
La gran pregunta es: ¿De verdad son necesarias las 3D o se trata de una moda pasajera? Peor aún: ¿Llegará un día en que tengamos que ver con gafas clásicos como “La diligencia”, “Tiempos modernos”, “El maquinista de La General” o “Casablanca"? Qué miedo…
Elmundo.es