El exiguo triunfo de la izquierda danesa complica la gobernabilidad

Jinks

V.I.P.


Las diferencias entre los socios del victorioso 'bloque rojo' auguran una legislatura marcada por el consenso y la moderación


La socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt, cabeza del 'bloque rojo' que el jueves ganó las elecciones generales en Dinamarca, tendrá muy difícil mover ficha en el intrincado tablero político del país a la hora de legislar, y probablemente deba consensuar y atemperar su programa izquierdista. Pasado el alborozo del triunfo, y al tiempo que trataba de cerrar acuerdos parlamentarios, la candidata afrontó las primeras desavenencias en el seno de la coalición a propósito de las líneas maestras del futuro Gobierno.
Las discrepancias son enjundiosas, ya que afectan al corazón de las promesas de campaña y ponen de manifiesto la frágil victoria izquierdista. Para constituir un Ejecutivo estable, los socialdemócratas necesitan unir fuerzas con los socialistas y con el Partido Radical Liberal, cuyas posiciones no pueden ser más divergentes: los primeros exigen desmantelar los recortes sociales de la anterior Administración, mientras que los radicales se han negado en redondo siquiera a reconsiderarlos.
Entretanto, las formaciones minoritarias que tienen la llave de la mayoría discrepan en el fondo, y las formas del rumbo que debe seguir la nación. Frente a la retórica impetuosa de los 'rojiverdes', que supeditan su apoyo a un giro brusco a la izquierda en la política económica, otras fuerzas reclaman una gestión «moderada y responsable» de las finanzas.
Así las cosas, el margen de maniobra del nuevo Gobierno será muy reducido. Consciente de este escollo, Thorning-Schmidt ha tendido la mano a la oposición de derechas, que ayer aceptó la oferta con tantas condiciones que parece improbable que se produzcan pactos transversales, de modo que se antoja inevitable el 'impasse' político.
A pesar de lo sonado del vuelco electoral en medio del gran avance conservador en Europa, los resultados del Partido Socialdemócrata han sido los peores desde 1903. Su victoria palidece al lado del buen desempeño de los liberales del primer ministro saliente, Lars Loekke Rasmussen, que quedaron en primer lugar y ganaron un escaño respecto a los comicios de 2007.
Polarización política
El descalabro de la derecha tradicional es resultado, sobre todo, del hundimiento de los conservadores, que han pagado muy caro el cisma que abrió el entendimiento con el ultranacionalista Partido Popular. La centrista Alianza Liberal que surgió de aquellos desencuentros ganó ayer cuatro diputados y podría ofrecer su apoyo puntual al Gobierno.
Aunque las encuestas pronosticaron una caída ostensible de los xenófobos por haber respaldado las medidas de ajuste a cambio de restablecer los controles aduaneros, el Partido Popular apenas perdió un 3% de los votos y conserva su posición como tercera fuerza política. A su vez, el ascenso de los populistas de izquierdas confirma la férrea consolidación de los extremos y su creciente relevancia en el Parlamento danés. La pérdida de influencia de las fuerzas tradicionales es un fenómeno consustancial al norte del continente que amenaza la reputación liberal y tolerante de Escandinavia.

Fuente: El Diario Vasco
 
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