El Madrid gana en Vallecas como un lunes de oficina

Archivelero

V.I.P.
jugadores_Madrid_cleebran_0-1.jpg

El partido del sabotaje y de la amnistía a Sergio Ramos fue resuelto por el Real Madrid con una victoria rutinaria, de lunes de oficina. Un funcionariado correcto, pero nada emocionante. El Madrid fichó, echó la tarde y se llevó de Vallecas un 0-2 nada brillante pero muy pragmático. Recupera el pulso en la Liga, donde había perdido en sus dos desplazamientos, y mantiene al menos a la vista al Barça, al que espera una dura salida en Sevilla antes del Clásico. Si el Madrid realizó lo justo para ganar, correcto. Si el partido es una imagen fiel del momento en el que está, debería, al menos, ponerse en alerta. Benzema y Cristiano, de penalti, resolvieron un partido demasiado sencillo como para pasar por el escáner al Madrid.

En Vallecas, el dibujo y el once del Madrid fueron cartesianos. Y no sólo por el regreso de Ramos. Mourinho olvidó el invento de Xabi-Essien-Khedira de la Champions que le daba un perfil demasiado robusto al Real y regresó a un 4-2-3-1 más ortodoxo que, sin embargo, tardó quince minutos en ponerse en hora. Hasta entonces el Madrid acumuló pérdidas y concedió transiciones relativamente peligrosas del Rayo, bien conducidas por José Carlos, Leo Baptistao y Lass. Los tres son capaces de largas conducciones que empujaban hacia arriba al Rayo. El Madrid las contuvo 'gracias' a las tarjetas de Essien y Arbeloa y a cierta candidez del Rayo, blando y sin verdadera fe en posiciones de remate.

Pero donde de verdad es una madre el Rayo de Paco es en defensa. Di María tardó poco en apreciarlo y al cuarto de hora decidió abandonar la banda derecha y marcarse una diagonal que Cristiano premió con un balón profundo. El argentino hizo la pausa, esperó a que Benzema, inteligente, decidiese el desmarque y filtró el balón con precisión. 0-1.

Con el Rayo derretido, el Madrid encontró una franja, entre el minuto 15 y el 30, en la que pudo resolver el trámite. Rubén y la mala puntería de Benzema, Modric o Cristiano impidieron que el Madrid matase un partido con veneno en el subconsciente blanco, imposible de obviar que había comparecido en Vallecas a once puntos de Barcelona, con dos derrotas fuera de casa en la mochila (Mourinho nunca concedió tres seguidas) y con el conflicto Ramos pendiente de resolución. Debió recordar esos miedos a la media hora, porque volvió a apagarse y a conceder demasiadas llegadas. Una de ellas no acabó en gol de milagro. Casillas reaccionó con grandeza a un remate de Delibasic y Xabi Alonso, que despejó mal en la continuación, sí acertó a ponerse en el sitio correcto bajo palos y frustró el 1-1 de Labaka. El Madrid se fue al descanso con un sustito en el cuerpo y reprochándose no haber cerrado un partido que la defensa del Rayo le estaba poniendo en bandeja.

El Madrid tuvo momentos de verdadero abandono, como si no le fuese demasiado en el partido. No se sintió demasiado exigido por el Rayo en el comienzo de la segunda parte pero estuvo en serios apuros cuando Arbeloa, pensando no se sabe qué, cedió un balón a Casillas. En la trayectoria estaba Leo, que no se creyó el regalo y ni controló. José Carlos disparó fuera, Arbeloa se jugó la segunda amarilla y el Madrid apenas si reaccionó en una confusa jugada en la que Fernández Borbalán no aplicó la ley de la ventaja y señaló un fuera de juego de Benzema, que se quedaba solo ante Rubén, y que estaba hablitado porque el balón venía de un contrario y no era fuera de juego.

El Madrid decidió dejar de vivir en el alambre a veinte minutos del final, cuando Amat cometió unas manos ridículas dentro del área. Cristiano, que había provocado la pena máxima, engañó a Rubén y cerró un partido en el que Pepe ganó más que tres puntos: un taco que Lass le clavó en una jugada que estuvo en el límite del accidente.

Mourinho terminó el partido del sabotaje cuchicheando con Karanka en el banquillo. Y Pepe, con Ramos, resolviendo ciertos litigios tácticos. El Madrid, que pudo hacer más goles antes del final (0-3 mal anulado a Özil) fichó y se fue para casa como otro día en la oficina. De esos en los que uno no se siente más orgulloso de su trabajo que el día anterior. Pero sí profesional.

Fuente: As
 
Arriba