Özil evita un lío

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V.I.P.
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De nuevo la épica. A falta de ideas y soluciones a los problemas, el Madrid salvó los muebles a deshora para poner maquillaje a un resultado preocupante. Un 2-2 milagroso que aún deja la clasificación para octavos a expensas de la inspiración madridista y no del error ajeno. Özil fue esta vez el héroe con una sutil falta directa que permitió cenar a los madridistas tras una tarde de perros propiciada por un rival rocoso con mucho peligro a la contra. El resultado fue justo e incluso corto para el equipo blanco analizando el partido de forma global. Al que sólo viera el primer tiempo le parecerá una proeza. Este Borussia hizo algo más que sudar a su adversario Le hizo sufrir y rezar.
El primer tiempo fue un golpe moral al Madrid. Mucho más que el que dictaba el marcador al descanso. Profanar el Bernabéu no es algo muy habitual. El Borussia, como alguna vez hizo el Barça en la última era y como hizo el Bayern hace meses, imponía su juvenil y eléctrico ritmo. Su presión en defensa fue encomiable durante los primeros 25 minutos. Y su despliegue digno de estudio. Lewandowski era el primer defensor y, con la posesión a su favor, la mayor de las amenazas. Bien para peinar balones. Bien para dejar de cara el primer pase de una acelerada contra. El Madrid estaba aturdido. El enredo exigía soluciones tácticas a falta de la inspiración de Cristiano y de la lentitud de Higuaín. No la encontró. Una internada de Schmelzer y un ataque de furia de Reus hicieron temer lo peor. Hasta que se consumó el 0-1.
Tres goles antes del descanso
Lewandowski peinó hacia un costado uno de los numerosos e intencionados balones frontales. El delantero buscó el desmarque de Reus, que a esas horas ya había dejado en el camino sin balón a Arbeloa. El chut de la joya alemana batió a Casillas, cuya mano fue blanda para detenerlo cuando verdaderamente se necesitaba una roca. Mourinho no movió nada. Únicamente pidió amplitud a sus alas. Como siempre, el plan constaba en dejar fluir el talento. El problema es que el fútbol no son matemáticas y, además, la defensa del Borussia no estaba para contemplaciones. La estrategia o un destello eran las únicas vías posibles de escape. Así llegó el empate. Tras un córner y sus mil rechaces, el balón cayó a los pies de Özil, que desde el costado izquierdo envió una rosca para que Pepe cabeceara con toda la fuerza que puede propulsar un cuello. Era un empate necesario. Divino viendo el panorama.
El Borussia ya había perdido antes brío y colocación. El empate no ayudó a su mejoría. Sin embargo, tenía un plan concebido y lo repitió hasta que le sacó partido. Volvió a encontrar la recuperación en medio campo. Favorecido por el desgobierno de Modric. Y en ataque, siguió buscando a su faro. Lewandowski ganó otra vez por los aires a su defensor. Esta vez su prolongación habilitó la carrera de Grosskreutz. El extremo cedió protagonismo a Götze y éste, a un metro de Casillas, le batió con calidad, suerte, equilibrismo y la ayuda de Arbeloa. El mazazo llegó en la última jugada antes del bocadillo. Puede que fuera merecido.
El Borussia se vino abajo
La reanudación nos mostró a otro Madrid. En de las exigencias europeas. Como la noche ante el Manchester City. Con Essien por un bisoño Modric, con Callejón por el lesionado Higuaín y con Cristiano de nueve puro. Las prisas y el amor propio metieron al Borussia en su cueva. Callejón, relevo de Higuaín, hizo más que el argentino en un cuarto de hora. Primero le anularon sin deber un golazo tras pase al hueco de Di María. Después, no acertó a finalizar dos buenos servicios a la espalda de los centrales. Pareció que se avecinaba el típico vendaval del Madrid en Europa. Sin embargo, el frío se apoderó por sorpresa del ambiente. Faltaban agitadores. Kaká por Arbeloa fue el recurso a falta de más delanteros en el banquillo. Klopp contestó con más contención para contrarrestar la falta de gasolina.
Las consecuencias a los cambios, en piezas y actitudes, se originaron en el área del Borussia. Cristiano pudo empatar al finalizar un gran pase con el exterior de Di María. Una buena jugada en la que Hummels pecó de blando y en la que Kaká pidió penalti. Restaban diez minutos y algunos ya hacían cuentas con lo que resta por disputarse en el grupo. Aún hay que visitar Manchester. El Madrid empujó como nunca y mereció la igualada antes con un remate a media vuelta de Callejón que sacó Grosskreutz en la mismísima línea. El Borussia ya no era el que fue. Agonizaba tras tanto desgaste y quedó a merced de su rival. Cristiano seguía impreciso, así que ante una falta directa cedió el testigo a Özil. El alemán envió su disparo pegado a la cepa del poste. Esta vez no era un arreón de casta. Era todo calidad. Su rosca valía el empate. Un resultado que no le alza al Madrid al liderato pero que le aleja de un susto inesperado.

Fuente: AS
 
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